Aquella vez dudé sobre la conveniencia de mostrar el video. Eran escenas de su vida que gravé de un compilado de noticias. Ella siempre estaba cerca de los desdichados... Mi público, chicos de ocho años, podía llegar a impresionarse al ver malformaciones y desnutriciones varias.
Tenía el material, pero temía turbar la inocencia de mis alumnitos. Pero la muerte de Teresa de Calcuta era un acontecimiento de la historia universal, y no podía pasarlo por alto.
Decidí mostrar el vídeo.
Alarma se llamaría en otro contexto, pero en la escuela lo llamamos "Timbre". Sonó y bajamos al recreo. Seguramente en el trayecto me habré demorado al retar a más de uno que habría intentado bajar por la baranda de la escalera como si fueran los caños por donde se travisten el hombre murciélago y su joven maravilla, ese dúo que se hizo popular por emprender una práctica de justicia por manos propias.
Llegué a planta baja, y al atravesar el patio veo a algunos chicos y algunas chicas con los dedos hecho puño, las muñecas quebradas hacia abajo y levantadas hasta el mentón, los codos hacia fuera, la columna en breve bamboleo y los pies mirando bizco e intentando andar. Inmediatamente relacioné ese juego con lo proyectado en clase. Cuando les pregunté a que jugaban, lo confirmaron: "a los deformaditos".
(C)2002 - EAG Derechos reservados. Izquierdos también.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)