T E M P O R A L


Si existen
tesoros que despojan,
desnudos que refugian
en medio
del temporal:

la vida,
un minuto...

Tu ternura,
hasta que duela.

©2006

Primera versión
(Casi una alianza)
A un próximo amigo.
Otoño.

No menos de treinta años tenía la mesa donde tomamos café.
No menos de treinta años, volcaste de un solo trago, sobre el mantel.

Y si existen tesoros que despojan, desnudos donde refugiarnos en éste temporal:
la vida, un minuto...
Tu ternura, hasta que duela.


Lo violentaba que lo miraran tanto, se “perseguía” por eso. Pero era inevitable… si parecía salido de una publicidad de perfume, de jeans, de slip.
Éramos compañeros de subsuelo. Entre ficheros reumáticos y documentos que estornudaban, me mostró sus muñecas frustradas, me reveló el suicidio cicatrizado.
Lo escuchaba, lo miraba, lo comprendía, lo esperaba, lo tantas cosas…
Aprendí a tomarle el pulso a sus heridas – ya me enamoraban las suturas -
Cinco años nos separaban. Él, dieciocho. Yo, veintitrés.

Un día dejó el subsuelo.
Otro día llamó y dejó dicho que me quería.
No hubo más un día.

Llegaron los treinta, los pasé con creces. Deseo que él también.

Entre mis defectos terminales está la espera. No siempre hay que esperar, no siempre hay que dar tiempo. La paciencia no todo lo alcanza.

Se quedó sin café la versión “Malversa”. El café Proscribió

P I B I T O


Yo prefiero ser el pibito
que pasa con su bicicleta
por debajo del balcón
de la que le gusta.

Y cuando por casualidad
alguien se asoma
moviendo la cortina,
él pedalea
lo que no tiene de fuerzas,
ruborizado y pleno.


Dos cosas se nos dicen en Rayuela. Lo que SALTA – de eso se trata – a la vista es que un libro puede leerse SALTEADO. Comenzar por el medio, seguir por cualquier lado… En el otro extremo, lo otro que se nos recuerda, es que también un libro puede leerse de cursiva.
Malversa no es solo una recopilación de poesía: es un libro.
Entre sus cuatro partes, la primera, la que se define con su último texto: “Gemelo”, “pibito” es legítimo. No se si lo sería como poesía para ser publicada. (A veces, la desconozco. No parece un texto mío) En ese proyecto de
lectura (eso es un libro) incluí “pibito” porque inicia…
Enamorarse es ruborizar la emoción. Es prender un encendedor en la boca con un cigarrillo. Es preparar un regalito con varias semanas de anticipación. Es saber que te van a llamar, aunque todavía no hayan marcado. Es guardar un chocolate porque más rico es compartirlo. Es mirar la luna y verla reflejada en la propia hondura.
No importa los porrazos que hayas ligado. No importan las caídas, los tobillos torcidos, las raspaduras, las heridas... sin importar los cumplidos o incumplidos años, cada vez que nos comenzamos a enamorar, volvemos a esas veredas niñas montados en una bicicleta naranja.

L L U V I A


Llueve la lluvia
sueña
la tarde está perdida
si despiertas

Llueve tu alma
alba
la desnudez que dejan
historias viejas

Llueve mi herida
vieja
como arrorró-niño
en cuna quieta.


Es cierto que los verdes con finados en el centro son los que mandan en el Bar de la esquina Homero Manzi, y que una lagrima como gota derramada, fatalmente derramada, puede costar medio aguinaldo.
Antes de la dolarización del Tango y todo el cielo, por la San Juan existía un patio de comidas que ya nunca me verás como me vieras. Atrocidad para un barrio donde un zanjón es más apropiado que un fast food.
Ese mediodía me refugié en el vidriado aquel primer piso. Mesitas iguales que a nada juegan sobre un tablero de ajedrez. Platitos de “tergopol” y cubiertitos de plástico envueltos en servilletitas de papel tisú. Distintas formas para sabores parecidos.
El chaparrón caía, y su rebote blanqueaba el pavimento. Me refugié porque llovía y todo el cielo. Allí nació esta letra y más allá la inundación.
Pero no escribí pensando en el ahora centenario Homero nuestro. Al releer “lluvia” pienso en otro, el poeta alba, la poesía prodigiosa y esas melodías de la infancia que afloran en su madurez.
Él cantaba a verdes sin próceres, sin muertos. Él cantaba al verde aguacero, al verde sol, al verde invierno.

¿Qué, sino persistente pasado, es la nostalgia?
¿Qué, sino lluvia, es la melancolía?

¡Federico, refugiáme!
que me graniza.

Autor

Mi foto
Almagro, Buenos Aires, Argentina