Potable
El monasterio no está conectado a la red de aguas, utiliza la de una laguna pequeña y la del pozo. Los cambios climáticos y el aumento de vecinos hizo que el agua de pozo sea insuficiente. Compartir la vida y los alimentos era también hablar del agua. Pozo con zanahorias y aceitunas, Pozo con pan casero y tomate. Pozo y la salud del muchacho que viene a comprar miel en bicicleta. Pozo y hoy es Pascua porque tengo la gracia de verte. Me hospedaba ese verano con otra preocupación. Mamá había fallecido, y todavía la seguía velando en mi memoria. También llevaba dos pares de medias, algunas remeras, otro jean, y una frase de Martín Heidegger que prodigiosamente encontré, pero que no sabía dónde calzaba: "El dolor trae el don de la hondura, el dolor ahonda".Los monjes benedictinos dejaban la pala y la carretilla sólo en los momentos de oración. "Estamos ahondando el pozo - dijo hermano Antonio - para buscar más agua potable". Ahondando... y sería muy ingrato que atribuyera esa coincidencia a la casualidad. Ellos sabían que para conseguir agua debían ahondar el pozo. Yo esperaba descubrir en el dolor algo potable.
Miserere
Dos coreanas ofrecían agua. También lo hacía una peruana. Un pibe, calzado con dos zapatillas de distintos pares, preguntó “dónde está la plaza”, y la plaza estaba donde él, pero él no estaba. Un solterón de cuarenta comentó: “esto es a propósito, nos están matando; esto fue planeado, estamos en una guerra”. Un muchachote iba y venía desde el lavadero de autos, y transmitía las cifras que veía en Crónica TV “ya son ciento veinte”. Buscando complicidad, al cordón policial se acercó un veterano y comentó: “si estuvieran los militares, esto no pasaba”. Un exaltado sin ningún pariente entre las víctimas, arengaba al grito “nos están ocultando los muertos” y junto a otros forcejeó buscando entrar al lugar de la tragedia. Un italiano que vive por Anchorena dijo “Acá, lo que hace falta es una guerra, para que la gente aprenda”. Uno de los que pudo salir del boliche Cromagnon gritó “porqué no se incendió alguna de esas bailantas llena de negros”. Dos coreanas ofrecían agua. También lo hacía una peruana.
(C)EAG para "El mismo hilo" de próxima aparición.
(C)EAG para "El mismo hilo" de próxima aparición.
Caminos
A veces hay que recorrer
Caminos que no conducen.
Sembrar
Donde no crece.
Buscar estrellas
En la noche oscura.
Tenderle una mano
a la propia sombra.
Alguna vez habrá que hacerlo
Si se pretende ser caminante,
Sembrador, poeta y buena gente.
(c)EAG. Evangelio de las migajas.
derechos reservados.
Caminos que no conducen.
Sembrar
Donde no crece.
Buscar estrellas
En la noche oscura.
Tenderle una mano
a la propia sombra.
Alguna vez habrá que hacerlo
Si se pretende ser caminante,
Sembrador, poeta y buena gente.
(c)EAG. Evangelio de las migajas.
derechos reservados.
wichi
El fogón de palo santo perfuma, perdura y marca. Si te perdés en el monte del chaco, dejáte llevar por la nariz. Ellos han domesticado los aromas. Los más antiguos saben que el Pilcomayo suena distinto cuando trae peces. Aprendieron a escuchar el río, a leer los olores del viento, a palpar las estaciones del año.
La caza los mantenía astutos, vigorosos, ágiles. Con las algarrobas hacían harina, un pan-chaco.
Pero se impuso la celeste y blanca con su mandato de alfa-bet-ización, esa palabra tan griega. Y los más jóvenes desoyeron la voz del río con sus peces, y dejaron las proteínas de la caza por los fideos embolsados.
El territorio de la caza (eso significa chaco) fue alambrado. Llegaron dealers de polenta y yerba mate. Y se vistieron con las pilchas que la caridad abandonaba en negras bolsas de nylon. Y lucieron desteñidos, pasados de modas, zurcidos y remendados. Una mujer wichi de setenta años mide y pesa el doble que un joven wichi adicto a los bolsones de ayuda estatal, empujado hasta el límite de avergonzarse de su cultura, esa red que le aseguraba el lenguaje del agua, la caricia rústica del pan de la algarroba, el denso gusto de la carne del quirquincho. Y los dealers los documentan, los alfabetizan, los celestes-blanquean, los avergüenzan, los mal-nutren, expropian sus territorios y sus tradiciones y sus arcos astutos, y sus flechas precisas, los transforman en adictos de arroz y mate cocido y los llevan a votar.
(c)2002 Alfabeto Calle Moreno EAG
La caza los mantenía astutos, vigorosos, ágiles. Con las algarrobas hacían harina, un pan-chaco.
Pero se impuso la celeste y blanca con su mandato de alfa-bet-ización, esa palabra tan griega. Y los más jóvenes desoyeron la voz del río con sus peces, y dejaron las proteínas de la caza por los fideos embolsados.
El territorio de la caza (eso significa chaco) fue alambrado. Llegaron dealers de polenta y yerba mate. Y se vistieron con las pilchas que la caridad abandonaba en negras bolsas de nylon. Y lucieron desteñidos, pasados de modas, zurcidos y remendados. Una mujer wichi de setenta años mide y pesa el doble que un joven wichi adicto a los bolsones de ayuda estatal, empujado hasta el límite de avergonzarse de su cultura, esa red que le aseguraba el lenguaje del agua, la caricia rústica del pan de la algarroba, el denso gusto de la carne del quirquincho. Y los dealers los documentan, los alfabetizan, los celestes-blanquean, los avergüenzan, los mal-nutren, expropian sus territorios y sus tradiciones y sus arcos astutos, y sus flechas precisas, los transforman en adictos de arroz y mate cocido y los llevan a votar.
(c)2002 Alfabeto Calle Moreno EAG
Lluvia
Tenía lentes oscuros puestos. Y dudé, después de años de no verla, si lo que veía era una joven mujer. Era mamá, en quien los años sumaban vida en vez de gastarla. Pero vino el cáncer, y luego sus metástasis, que la encorvaron, la chuparon, la arrugaron, y en cuatro meses avejentó toda su existencia. Aún así, con la carcomida voz de amputados pechos, seguía amable, esplendorosa y clara, salvo cuando la queja no la dejaba respirar. Un día llamó por teléfono a una conocida, para que le consiguiera un colchón - nunca sabré cómo podía saberlo todo - un colchón para la hija de una vecina que, embarazada, tenía por lecho el piso desnudo. Jamás pensó en la muerte ni en si misma, ella no vivía solamente, estaba desposada con la vida.
Aquel domingo acarició mis manos, no como una despedida, sino como a diario solía empacharme con las golosinas de su delicadeza. Luego la ambulancia y los dos hospitales. El último momento que la vi con vida, estábamos con mis hermanos, papá y un amigo en el pasillo de la sala de guardia. La sacaron en una silla, porque doblada sobre sí, no podía recostarse. Nos miró y bajó su vista, avergonzada. Esa mujer que era mi vida se avergonzó de tratarse con la muerte.
Para los demás, ese domingo de junio, se celebraba el día del padre.
Después vinieron esos días dementes, cuando al llover, sentía pena por ella, tan a la intemperie, entre terrones removidos por la lluvia.
(c)2002 EAG.
Aquel domingo acarició mis manos, no como una despedida, sino como a diario solía empacharme con las golosinas de su delicadeza. Luego la ambulancia y los dos hospitales. El último momento que la vi con vida, estábamos con mis hermanos, papá y un amigo en el pasillo de la sala de guardia. La sacaron en una silla, porque doblada sobre sí, no podía recostarse. Nos miró y bajó su vista, avergonzada. Esa mujer que era mi vida se avergonzó de tratarse con la muerte.
Para los demás, ese domingo de junio, se celebraba el día del padre.
Después vinieron esos días dementes, cuando al llover, sentía pena por ella, tan a la intemperie, entre terrones removidos por la lluvia.
(c)2002 EAG.
Amor (2)
Un matrimonio pobre, en un país dominado y cada vez más empobrecido. Eran aún más pobres: no tenían hijos.
Iban a cumplir 50 años de casados, y a pesar de la edad, debían seguir trabajando y el ingreso de los dos salarios apenas alcanzaba para el sustento diario.
Ninguno de los dos mencionaba el próximo aniversario, y aunque inocentes, les causaba pudor no tener cómo festejar dignamente tanto amor.
Ella pensó: desde hace años mi única distracción es cuidar de mi cabello, aún fuerte, largo y negro. Lo venderé y así podré comprar tabaco para que mi esposo y amado pueda celebrar nuestro aniversario fumando su hermosa pipa.
Él pensó: desde hace años mi entretenimiento es fumar la pipa que heredé. Ya no tango ni para tabaco, y aunque es para mí el único objeto que conservo de mi padre, lo venderé, y con el dinero compraré una hermosa hebilla para que mi esposa y amada luzca en nuestro aniversario.
El día del aniversario ninguno de los dos regresó a la casa después del trabajo.
Ella vendió sus cabellos y él vendió su pipa.
Retrasados, se encontraron a la intemperie, a la puerta del hogar.
Ella le entregó un paquete con tabaco, y le dijo: todo lo que tengo es para vos
Él le entregó una hermosa hebilla y le dijo a su esposo y amada: todo lo que tengo es para vos.
Versión de un clásico en "Alfabeto Calle Moreno" EAG (2002)
Iban a cumplir 50 años de casados, y a pesar de la edad, debían seguir trabajando y el ingreso de los dos salarios apenas alcanzaba para el sustento diario.
Ninguno de los dos mencionaba el próximo aniversario, y aunque inocentes, les causaba pudor no tener cómo festejar dignamente tanto amor.
Ella pensó: desde hace años mi única distracción es cuidar de mi cabello, aún fuerte, largo y negro. Lo venderé y así podré comprar tabaco para que mi esposo y amado pueda celebrar nuestro aniversario fumando su hermosa pipa.
Él pensó: desde hace años mi entretenimiento es fumar la pipa que heredé. Ya no tango ni para tabaco, y aunque es para mí el único objeto que conservo de mi padre, lo venderé, y con el dinero compraré una hermosa hebilla para que mi esposa y amada luzca en nuestro aniversario.
El día del aniversario ninguno de los dos regresó a la casa después del trabajo.
Ella vendió sus cabellos y él vendió su pipa.
Retrasados, se encontraron a la intemperie, a la puerta del hogar.
Ella le entregó un paquete con tabaco, y le dijo: todo lo que tengo es para vos
Él le entregó una hermosa hebilla y le dijo a su esposo y amada: todo lo que tengo es para vos.
Versión de un clásico en "Alfabeto Calle Moreno" EAG (2002)
Saludo Pascual
Ésta historia la contó el Papa Gregorio, hace muchos siglos.
Los vecinos decían que Benito era muy bueno, pero él no le daba importancia a esas palabras, porque quería serlo de verdad, no sólo de apariencias. Por eso, un día se fue a vivir a la montaña, convencido que quien es bueno delante de Dios, es bueno con pobres y ricos, con damas y caballeros, con niños y ancianos, con sanos y enfermos.
En la bella soledad de la espesura del bosque, Benito trabajaba con la dignidad de una plegaria, y rezaba con el arte del propio oficio.
De vez en cuando, su soledad se enriquecía con la visita de un amigo, quien le llevaba pan y vino.
Cierto día llegó este amigo y dijo: "¿Sabés que día es hoy? ¡Hoy es Pascua!". "Claro -contesto Benito- hoy es Pascua porque puedo compartir ".
Los vecinos decían que Benito era muy bueno, pero él no le daba importancia a esas palabras, porque quería serlo de verdad, no sólo de apariencias. Por eso, un día se fue a vivir a la montaña, convencido que quien es bueno delante de Dios, es bueno con pobres y ricos, con damas y caballeros, con niños y ancianos, con sanos y enfermos.
En la bella soledad de la espesura del bosque, Benito trabajaba con la dignidad de una plegaria, y rezaba con el arte del propio oficio.
De vez en cuando, su soledad se enriquecía con la visita de un amigo, quien le llevaba pan y vino.
Cierto día llegó este amigo y dijo: "¿Sabés que día es hoy? ¡Hoy es Pascua!". "Claro -contesto Benito- hoy es Pascua porque puedo compartir ".
Teresa
Aquella vez dudé sobre la conveniencia de mostrar el video. Eran escenas de su vida que gravé de un compilado de noticias. Ella siempre estaba cerca de los desdichados... Mi público, chicos de ocho años, podía llegar a impresionarse al ver malformaciones y desnutriciones varias.
Tenía el material, pero temía turbar la inocencia de mis alumnitos. Pero la muerte de Teresa de Calcuta era un acontecimiento de la historia universal, y no podía pasarlo por alto.
Decidí mostrar el vídeo.
Alarma se llamaría en otro contexto, pero en la escuela lo llamamos "Timbre". Sonó y bajamos al recreo. Seguramente en el trayecto me habré demorado al retar a más de uno que habría intentado bajar por la baranda de la escalera como si fueran los caños por donde se travisten el hombre murciélago y su joven maravilla, ese dúo que se hizo popular por emprender una práctica de justicia por manos propias.
Llegué a planta baja, y al atravesar el patio veo a algunos chicos y algunas chicas con los dedos hecho puño, las muñecas quebradas hacia abajo y levantadas hasta el mentón, los codos hacia fuera, la columna en breve bamboleo y los pies mirando bizco e intentando andar. Inmediatamente relacioné ese juego con lo proyectado en clase. Cuando les pregunté a que jugaban, lo confirmaron: "a los deformaditos".
(C)2002 - EAG Derechos reservados. Izquierdos también.
Tenía el material, pero temía turbar la inocencia de mis alumnitos. Pero la muerte de Teresa de Calcuta era un acontecimiento de la historia universal, y no podía pasarlo por alto.
Decidí mostrar el vídeo.
Alarma se llamaría en otro contexto, pero en la escuela lo llamamos "Timbre". Sonó y bajamos al recreo. Seguramente en el trayecto me habré demorado al retar a más de uno que habría intentado bajar por la baranda de la escalera como si fueran los caños por donde se travisten el hombre murciélago y su joven maravilla, ese dúo que se hizo popular por emprender una práctica de justicia por manos propias.
Llegué a planta baja, y al atravesar el patio veo a algunos chicos y algunas chicas con los dedos hecho puño, las muñecas quebradas hacia abajo y levantadas hasta el mentón, los codos hacia fuera, la columna en breve bamboleo y los pies mirando bizco e intentando andar. Inmediatamente relacioné ese juego con lo proyectado en clase. Cuando les pregunté a que jugaban, lo confirmaron: "a los deformaditos".
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