F U I S T E A R B O L

No eran perfectos los retratos: eran humanos. El trabajo comenzaba en Ituzaingó y luego de 42 minutos pasaban encarpetados por el molinete de Once.
Viajar en el Sarmiento es un master en full contac. Pasajeros transportados en centímetros cúbicos. Todos los cuerpos el cuerpo. En Ramos Mejia falleció alguien que subió en Morón, pero que pegado a todos, recién dejó de estar de pié en Plaza Miserere, bajo tierra, claro.
Maru se las ingeniaba para sacarle punta al papel, para agudizar la mirada, para afirmar el pulso sobre rieles. Donde podía, apoyaba su cuaderno, miraba al obrero dormido, a la oficinista que se pintaba, al estudiante memorizando o al cuarentón bulteando. Y comenzaba a dibujarlos. Un retrato por viaje.
Dice que me vio por primera vez en un vagón, con mi boina andina y los bucles hasta el hombro. Dice que irradiaba paz, y vale aclarar que no tengo paz sino pachorra. Que eso le llamaba la atención entre tantos de miles que madrugábamos hacia el centro.
Después descubrió que además de venir del Oeste, íbamos hacia el mismo lado. Treinta y dos escalones separaban mi sección de la suya. Al tiempo ya almorzábamos juntos, y así me fui enterando de sus dibujos, de su proyecto.
Al año viajó a Europa. Una postal desde Vigo, una carta desde Londres: “…que gracioso, estoy llegando a la conclusión de que … viste cuando la gente habla de su otra vida, y dice ‘yo debo haber sido esto o lo otro’… yo debo haber sido árbol”
El texto que comparto es la respuesta postal. Versos con estampillas.


Fuiste árbol

A Maru en Londres.

Por ver el árbol
no vieron el bosque
y se libraron del lobo.

Por ver el árbol
de exquisita singularidad.

Reminiscencia de sauce
por la cadencia que te provoca el viento,
quiero decir, la libertad.

De alguna magnolia centenaria
que esculpe en sus brazos
la anárquica disposición de los sentidos.

No creo que hayas sido pino
disfrazado de papanuel,
pero sí aquel manzano primero
que por fin nos desnudó.

Del mítico árbol que camina
y que no pertenece a ningún paisaje.

De alguno que florece en lo oculto,
y tiene raíz en lo alto.

Hojas de morado intenso como el Rú.
Hojas verdes,
y amarillas, por supuesto.
Tu piel, luego hojarasca.
¿Qué se siente?
El otoño ha pasado.
¿Qué hacías en invierno cuando eras tu ancestro?
¿Qué es primorear la prima-vera?
¿Eras sombra en verano?

A mi no me quedan dudas:
Fuiste árbol.
© 2006

2 comentarios:

Juane dijo...

Debo decirte amiguito que este poema me resultó extraño cuando lo lei la primera vez. Ahora que veo de donde viene ha perdido su extrañeza, pero no su magia. Y sepa usted que si, muchas veces irradia paz, su casa es un templo de paz, uno se siente muy a gusto en ella

Anónimo dijo...

También es un texto extraño para mí, o mejor dicho, no tan común. Es una celebración.

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Almagro, Buenos Aires, Argentina