“¡Ahí viaja Papanuel!”. Y por eso no le sacó la vista.
Su madre aprovechó la distracción para entrar y colocar debajo del arbolito el regalo.
“¡Ahí viene!” Como en un riel, el rojo globo de papel se desplazaba lento, sostenido, elevado y conducido por la pequeña llama que anidaba adentro.
Las doce estallaba, estrellas estrelladas en las sombras: ese fondo oscuro que está arriba y llamamos noche.
El globo se acercaba cada vez más. Y así crecía su ilusión. Con emoción incontrolable lo veía venir. Quien no vio fue el globo, no vio el cable del tendido publico, ese que al rozarlo lo desestabilizó, que arrimó la llama al papel, llama que se extendió por todo el globo, que se puso fuego para caer negro, desinflado, hueco, roto, murciélago muerto, carbonizado. Pasar de carroza de Papanuel a avión de Austral sobre costanera.
Y sin sacar la vista no vio más Papanuel ni su carroza china. La candela de la esperanza se extinguió. La carroza fue arrasada por la realidad. El fuego fue voraz. Y la visita que se acercaba le defecó el alma. Poco crédito dio a las improvisadas explicaciones de los adultos. Sus lágrimas no apagaban el fuego. Papanuel venia ahí, y se incineró.

La condición de la esperanza es la pequeñez. Esa pequeña luz que eleva la delgadez de una existencia, esa gota de fuego que sostiene el leve vuelo. El tibio candil sobre la noche. La ilusión que viaja en un delgado papel.
El arrebato no conduce, el arrebato aniquila. Quemarse en la esperanza es tanto como no tenerla. Es fanatismo. Hay que quemarse en el día, al sol. Hay que encarnar el deseo, hay que embarcarse en el proyecto. Hay que trabajar el sueño, hacerlo diurno, despertarlo. No esperar el regalo, darlo.
Pero eso si, nunca apagar la pequeña llama, ese fuego del tamaño de una grieta. Esa luz para los intersticios que amenazan quebrarnos. La esperanza es para cuando nos cubre la oscuridad.

© EAG. Para “El mismo hilo” de próxima edición.

José Paz

Como si se tratase de otro producto, como si tuviera otra utilidad, algunas zapatillas cuestan hasta diez veces más que otras. Y hasta se confeccionan calzados que imitan aquello que en las otras no calza, es decir, la marca.
A un número 42 se aferró, y no había manera de que las devolviera, y mucho menos que pudiera pagarla.
En vano trató de convencerlo el preceptor, fueron inútiles las palabras de la profesora de literatura. Tuvieron que mandar a buscar a su madre, y aún así, a duras penas lo convencieron de que devuelva las zapatillas.
Esto sucedió en un shopping center.
Una división del tercer ciclo de la EGB lo visitaba.
Subieron entusiasmados al micro que los llevó desde José Paz hasta el centro de compras.
Llegaron sabiendo que a lo sumo comprarían unos heladitos hechos con leche de soja, esos conitos de medio dólar que se derriten tan rápido como la ilusión al ver el precio de lo que gustó en la vidriera.
Después del incidente, algunos culparon al docente que organizó la excursión. Con ese criterio habría que prohibir la televisión, ese agente doméstico de la libertad de comprar o vender, o mejor dicho, la libertad de comprar o comprar.
El shopping, templo de dicroicas, catedral del consumo, lugar donde comprar es el rito y lo que calza no es la zapatilla, sino la marca, y donde no tenerla es quedar estigmatizado.
A un número 42 se aferró, y no había manera de que las devolviera, y mucho menos que pudiera pagarla.
Quizás ahora entiendo un poco más porqué, cuando un delincuente está armado, se dice "está calzado".

(c) EAG. Ronda de once + 1
El fogón de palo santo perfuma, perdura y marca. Si te perdés en el monte del chaco, dejáte llevar por la nariz. Ellos han domesticado los aromas. Los más antiguos saben que el Pilcomayo suena distinto cuando trae peces. Aprendieron a escuchar el río, a leer los olores del viento, a palpar las estaciones del año.
La caza los mantenía astutos, vigorosos, ágiles. Con las algarrobas hacían harina, un pan-chaco.
Pero se impuso la celeste y blanca con su mandato de alfa-bet-ización, esa palabra tan griega. Y los más jóvenes desoyeron la voz del río con sus peces, y dejaron las proteínas de la caza por los fideos embolsados.
El territorio de la caza (eso significa chaco) fue alambrado. Llegaron dealers de polenta y yerba mate. Y se vistieron con las pilchas que la caridad abandonaba en negras bolsas de nylon. Y lucieron desteñidos, pasados de modas, zurcidos y remendados. Una mujer wichi de setenta años mide y pesa el doble que un joven wichi adicto a los bolsones de ayuda estatal, empujado hasta el límite de avergonzarse de su cultura, esa red que le aseguraba el lenguaje del agua, la caricia rústica del pan de la algarroba, el denso gusto de la carne del quirquincho. Y los dealers los documentan, los alfabetizan, los celestes-blanquean, los avergüenzan, los mal-nutren, expropian sus territorios y sus tradiciones y sus arcos astutos, y sus flechas precisas, los transforman en adictos de arroz y mate cocido y los llevan a votar.

"wichi" en "Alfabeto Calle Moreno" (c)EAG

Especial de 1ma vera: Persecución

La vi mientras caminaba hacia el sur.
Iba por la vereda de enfrente y en sentido contrario.
Inmediatamente viré y comencé la persecución.
Lento Al principio, como encendiendo un cigarrillo.
Después tuve que acelerar el paso, y decidí cruzar en la esquina para seguirla más de cerca.
No tenía un plan, simplemente la seguía.

Pronto advirtió la sombra ajena que se apegaba a sus talones.
Comenzó a caminar con más ímpetu, y luego a correr.
Yo hice lo propio, y cuando estuve ahí de agarrarla, ella cruzó la avenida por mitad de cuadra.

Seguí hasta la senda peatonal y justo el hombrecito rojo abandonó su duda para encenderse del todo.
Todavía no aprendí que sin cometer algunas infracciones jamás la podré alcanzar.

Pero algún día, lo sé, lo intuyo, lo profetizo, algún día la tendré, y luego de poseerla, extenderé sobre mi balcón una pancarta como si fuera una sábana desvirgada, y en ella proclamaré: tengo una metáfora.

Ese día seré poeta.



en "Alfabeto Calle Moreno" (c)2001 EAG

Retorno

La comida está de tal manera procesada, que no es necesario utilizar cubiertos.
La toma con sus manos, y con sus manos se la lleva a la boca.
Alguna vez, algún resto de comida quedó sobre sus ropas.
El vaso no es de vidrio, ni tampoco transparente. Tiene letras de colores y algunos dibujitos. No toma directamente de él, ya que está tapado para evitar que se derrame el jugo. Utiliza una bombillita, sorbe y sorbe hasta que escucha un "ruidito".
A veces come postre, en tacita de plástico y cucharita del mismo material. Saciado, suele pararse e irse, dejando en la mesa la bandejita con restos de comida y servilletas usadas.
Luego de unos minutos, se ajusta la corbata, se abrocha el saco oscuro y vuelve a la empresa. Atrás quedó su breve retorno por la infancia.


en "Ronda de Once + 1" (c) EAG 2002
Porque el hombre pisó la luna, se celebra el día del amigo (¿?) ¿Será porque no hay mejor amigo que el que esta lejos? ¿y cuanto más lejos, mas amigo? ¿Es el día de la amiga? ¿o es que la mujer ya estaba en la luna?
Originarios de lo que hoy conocemos como Venezuela - "pequeña Venecia" según la miopía de los que trajeron la civilización o mejor dicho la sifilización- los guaraos, para decir AMIGO decían, "mi otro corazón". Ellos no necesitaban irse del planeta para sentirse humanos y amigos. La amistad tiene los pies en la tierra.
La amistad es algo que se ausculta en la serenidad de un abrazo. Su grandeza no es la proeza lunática sino la maravilla de un silencio compartido.
Que celebremos el latir en común, eso que suelen llamar amistad.

Potable

El monasterio no está conectado a la red de aguas, utiliza la de una laguna pequeña y la del pozo. Los cambios climáticos y el aumento de vecinos hizo que el agua de pozo sea insuficiente. Compartir la vida y los alimentos era también hablar del agua. Pozo con zanahorias y aceitunas, Pozo con pan casero y tomate. Pozo y la salud del muchacho que viene a comprar miel en bicicleta. Pozo y hoy es Pascua porque tengo la gracia de verte. Me hospedaba ese verano con otra preocupación. Mamá había fallecido, y todavía la seguía velando en mi memoria. También llevaba dos pares de medias, algunas remeras, otro jean, y una frase de Martín Heidegger que prodigiosamente encontré, pero que no sabía dónde calzaba: "El dolor trae el don de la hondura, el dolor ahonda".Los monjes benedictinos dejaban la pala y la carretilla sólo en los momentos de oración. "Estamos ahondando el pozo - dijo hermano Antonio - para buscar más agua potable". Ahondando... y sería muy ingrato que atribuyera esa coincidencia a la casualidad. Ellos sabían que para conseguir agua debían ahondar el pozo. Yo esperaba descubrir en el dolor algo potable.

Adrián

"¿Porqué estoy llorando, mamá?"
Afuera, el frío se desplomaba sobre La Matanza.
En la habitación, todo tenía el tinte azul de la pantalla del televisor. Él espiaba asomándose de entre las sábanas de la cama matrimonial. Apenas se lo distinguía. Unas cubrecamas armados con rectángulos de distintos colores lo abrigaba.
El final de la película no justificaba esas lágrimas.
"¿Porqué lloro, mami?". -"por que estás enfermo, mi negrito, por eso llorás".
Se acurrucó un poco más y secó su mejilla con movimientos de cachorro.
Todavía era hijo único, todavía no sabía leer ni escribir, ya se preguntaba por el verdadero origen de las lágrimas.

(c)2002 EAG
Publicado en "Ronda de once + 1"

Cumpleaños

En toda mi escolarización, y más aún a los 16, era en extremo tímido y con la estima de una bolita de naftalina moviéndose en el ta-te-ti de los mingitorios.

Pero aquel cumpleaños había conseguido tantos como dos amigos, que sumados a los amigos de mi hermano, permitían que esa cena no sea una mera reunión familiar, sino una fiesta.

El departamento donde vivíamos estaba enfrentado a otro monoblock donde vivía una enferma psiquiátrica, que desde ahora será "la loca", pero valía la primera definición para no confundir lo de "loca" con alguna atorranta barrial o alguno de mis amigos, o incluso un alter-ego.

Ella estaba siempre en el balcón, y a quien pasaba por abajo, le gritaba "pibe, ¿tenés un cigarrillo?"

Así que la loca en el balcón vio que había más gente de lo habitual en casa, y decidió cruzarse.

Y dicen que a los locos hay que seguirle la corriente.

Todavía conservamos las fotos donde está ella cortando la torta, ella en el centro de la mesa, ella soplando las velitas... me afanó el cumpleaños, me afanó.

La loca de enfrente murió hace mucho. Pero ahora espero que, como en aquel cumpleaños, los locos, los de baja estima, los silenciosos y los despreciados tengan en mi mesa la posibilidad de sentarse alguna vez en el lugar central.


Publicado en "Alfabeto Calle Moreno"

Cumpleaños

En toda mi escolarización, y más aún a los 16, era en extremo tímido y con la estima de una bolita de naftalina moviéndose en el ta-te-ti de los mingitorios.

Pero aquel cumpleaños había conseguido tantos como dos amigos, que sumados a los amigos de mi hermano, permitían que esa cena no sea una mera reunión familiar, sino una fiesta.

El departamento donde vivíamos estaba enfrentado a otro monoblock donde vivía una enferma psiquiátrica, que desde ahora será "la loca", pero valía la primera definición para no confundir lo de "loca" con alguna atorranta barrial o alguno de mis amigos, o incluso un alter-ego.

Ella estaba siempre en el balcón, y a quien pasaba por abajo, le gritaba "pibe, ¿tenés un cigarrillo?"

Así que la loca en el balcón vio que había más gente de lo habitual en casa, y decidió cruzarse.

Y dicen que a los locos hay que seguirle la corriente.

Todavía conservamos las fotos donde está ella cortando la torta, ella en el centro de la mesa, ella soplando las velitas... me afanó el cumpleaños, me afanó.

La loca de enfrente murió hace mucho. Pero ahora espero que, como en aquel cumpleaños, los locos, los de baja estima, los silenciosos y los despreciados tengan en mi mesa la posibilidad de sentarse alguna vez en el lugar central.

Mediodía

Las moscas oscurecen
La dulzura de la sangre
Que se marchita.

Elevado y malherido
Tiene por conciencia
Dolor y fin.

La sed y las lágrimas
Son ahora
La misma sed.

Unas mujeres ofrecen
Doparle el sufrimiento
Con vino y mirra.

Advertido, no lo acepta.

La muerte
Es una herida que no cicatriza

Morir
No tiene paliativos.


(c)2004/Evangelio de las migagas. EAG

vacaciones


Volvemos en Febrero
aunque faltan dos o tres textos nomàs.
Todo llega al fin.

Autor

Mi foto
Almagro, Buenos Aires, Argentina