Tiene la mirada del Padre, comentó el marino. Orgulloso
de que alguien con su apellido llegue a abanderado en el liceo, alzando la
celeste y blanca.
Lo imaginaban tocando el piano sobre la loza
radiante en el casino de oficiales de Puerto Belgrano.
Tiene la mirada del padre, de ese que chuparon, y
que siguen cotidianamente haciéndolo desaparecer en esa constante que se revela
ante la mirada del marino, del apropiador.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario