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Muchísimos años antes de que se hiciera famoso por sus empanadas, cuando era todavía un niño, su padre lo reprendió duramente por haberle robado unas naranjas al verdulero. El niño sintió la dureza del golpe, lloró. Lloró por última vez en su vida. Cuando se secó las lágrimas, miró al padre y le ordenó: “no lo vuelvas a hacer más”

En su mirada ya tenía el filo con el que, muchísimos años después, en la cárcel, iba a hacer empanadas de sus compañeros. 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Soy Emma, insólito te aseguro que yo solo me acordé del caso que publiqué en el grupo y vos habías publicado algo similar el mes pasado. Excelente y sigo mirano. Abrazo

Anónimo dijo...

Disculpá si ves algún error o mala compaginación en el comentario anterior, pero mirá la hora que es, jajjaa

Unknown dijo...

Gracias Ternerito por leer!

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